jueves, 14 de junio de 2007

Cap. 4.- Autobuses y autobuseros

Dios, cómo odio los autobuses.
No es personal, pero muchos se lo merecen. Son grandes, ocupan mucho espacio y hacen demasiado ruido. Algún día espero trabajar para conseguir un tipo de energía que mueva semejante mole sin montar tanto barullo. De hecho, ya existen autobuses propulsados por pila de combustible (Fuel Cell) y en la EMT de Madrid los usan, aunque creo que sólo hay dos o tres...


Los autobuses son la gota que colma el vaso. Cuando vas por la carretera y te encuentras un autobús sabes que te retrasarás.
¿Para qué hay autobuses habiendo tantos kilómetros de Metro? Cuando vas en autobús corres el riesgo de quedarte en un atasco, aunque el autobús funcione bien (al Metro lo que le pasa es que no funciona bien :P).

Además, los autobuses interurbanos o de largos trayectos son peligrosos, porque en su mayoría carecen de sistemas efectivos de seguridad pasiva como cinturones de seguridad, airbags y demás.


Ahora bien, los autobuseros no se quedan atrás. Cuando un autobusero ve un semáforo en ámbar, en el 88% de los casos sigue sin parar. Es claro que en el reglamento dice que se ha de parar el vehículo siempre en condiciones de seguridad, y sabemos que parar en ámbar a veces significa un frenazo que podría no ser lo mejor para los pasajeros que van de pie.


Sin embargo, yo hablo de semáforos en ámbar desde hace rato, o incluso en rojo.
Sí, muchos autobuseros se saltan semáforos en rojo, hacen maniobras un tanto temerarias y/o miden mal la distancia que dejan con el resto de los coches en algunos giros.

Este cúmulo de cosas hacen que los autobuses representen un grave peligro para la circulación y para los propios pasajeros, por lo tanto mi mensaje es claro: erradiquemos los autobuses.

P.D.: Dios, cómo los odio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No es que no seas tolerante, es que eres poco culto, poco inteligente y se nota a leguas, que no sabes de lo que hablas...

 

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